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El caníbal que mató a 26 persona y cayó por una llamada equivocada
Miércoles, 3 de julio de 2024
El surcoreano Yoo Young-chul confesó que, tras matar a sus víctimas, seccionaba sus cuerpos con un hacha y un cuchillo, y consumía alguna de sus partes. Esta práctica macabra era, según sus propias palabras, un intento de “purificar su espíritu”

La oscuridad de la noche escondía a un hombre que pronto sería conocido como uno de los asesinos más brutales de Corea del Sur. Yoo Young-chul, el “Asesino del Impermeable”, acechaba en las sombras, su figura se difuminaba con el ambiente sombrío de Seúl.

Su apodo, que parecía sacado de una novela de misterio, reflejaba su método meticuloso y su apariencia enigmática: siempre con un impermeable amarillo, listo para llevar a cabo sus horripilantes crímenes.

Nacido el 18 de abril de 1970, Yoo Young-chul tuvo una infancia marcada por el maltrato y la pobreza, que sembraron en él un resentimiento profundo hacia los ricos y una aversión hacia las mujeres.

De adulto, canalizó su odio en una serie de asesinatos que aterrorizaron a la capital surcoreana entre 2003 y 2004. Su inteligencia, que él mismo alardeaba ser de un coeficiente intelectual de 140, le permitió evadir a las autoridades durante meses, perfeccionando sus técnicas y seleccionando a sus víctimas con precisión calculada.

Durante los meses siguientes, Yoo mató a más de 20 personas, ocultando sus cuerpos en las montañas cercanas. Entre sus víctimas también había trabajadoras sexuales, a quienes Yoo seleccionaba con una fría meticulosidad, guiado por un odio naciente tras una relación fallida.

La escena del crimen era siempre un espectáculo macabro: Yoo recreaba escenarios de robo para despistar a la policía, pero su modus operandi era inconfundible. No se llevaba dinero ni objetos de valor, dejando claro que su motivación no era el robo, sino una distorsionada búsqueda de justicia y venganza.

La policía de Seúl enfrentó una de las investigaciones más desafiantes de su historia. Los cuerpos ocultos en las montañas y la falta de un patrón claro en los asesinatos dificultaron la identificación del asesino. Sin embargo, un error de Yoo fue su perdición.

En 2004, usó el teléfono de una de sus víctimas para llamar a un salón de masajes, donde había atacado a varias empleadas. El propietario del salón, al reconocer el número, alertó a la policía, que logró organizar una emboscada para capturar a Yoo.

La captura de Yoo fue un proceso lleno de altibajos. Aunque inicialmente logró escapar, fue recapturado 12 horas después, tras una frenética persecución. Su arresto reveló una mente perturbada y meticulosamente organizada.


     
 
 

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