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Ocho historias íntimas de un año de Macri en el poder
Sábado, 10 de diciembre de 2016
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Detrás de los actos públicos de Gobierno hay muchas anécdotas secretas que nunca habían salido a la luz… hasta hoy
El mediodía del jueves 18 de agosto, el despacho de Mauricio Macri fue un polvorín. Un rato antes, por unanimidad, la Corte Suprema suspendió los aumentos de tarifas del gas para usuarios residenciales y resolvió que el llamado a audiencias públicas para fijar las tarifas era de cumplimiento obligatorio. Con los ánimos caldeados y golpeados por el revés político propinado por los jueces del máximo tribunal, Macri convocó de urgencia a varios de sus principales funcionarios y asesores: Marcos Peña, Gustavo Lopetegui, Mario Quintana, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Germán Garavano, Carlos Balbín y Fabián "Pepín" Rodríguez Simón.
Varios de los testigos confiaron a Infobae en que hubo reparto de reproches en tono elevado por la dureza del fallo y, en especial, por la unanimidad del mismo. El enojo de Macri se debía a que al menos dos de los presentes le habían asegurado al Presidente que la resolución de la Corte sería del agrado de la Casa Rosada. Y se puso énfasis en el voto de Horacio Rosatti, uno de los nuevos jueces del tribunal propuesto por el Gobierno que, a pesar de lo que le habían prometido al jefe de Estado, se plegó al resto de sus colegas contra los intereses de la Casa Rosada.
En medio de los cuestionamientos, y cuando la reunión empezó a subir la temperatura, Frigerio alzó la voz: "Y bueno, llamemos a Rosatti, ¿quién fue el que lo trajo?", preguntó. Hubo un largo silencio. Nadie respondió.
Lo que ninguno de los funcionarios presentes quiso contestar, ni siquiera Macri, fue que la que acercó al jurista fue Carrió, la aliada incómoda del gabinete macrista. El nombre del juez surgió en una reunión a principios de la gestión, días antes de que el Presidente enviara en comisión los pliegos propuestos por el Poder Ejecutivo.
El Presidente se había reunido con José Torello, Rodríguez Simón, Sanz y Carrió para discutir el tema. "¿Quién va a acompañar a (Carlos) Rosenkrantz?", se preguntaron en alusión al otro candidato que el Gobierno postularía para cubrir las dos vacantes en el máximo tribunal. El postulante del Poder Ejecutivo era Rosenkrantz, y no había otro nominado.
"¿Y Rosatti?", tiró Carrió sobre la mesa. No es su amigo, ni conocido ni mucho menos, pero "Lilita" sostenía que Rosatti era el jurista vivo más prestigioso de los que participaron de la Convención Constituyente del '94 que reformó la Constitución, de la que ambos participaron. No son amigos, ni cercanos, ni mucho menos Se habían visto dos veces más en toda su carrera política: la última hace dos años, en el aniversario por los 20 años de aquel acontecimiento, en Santa Fe, junto al resto de los constituyentes vivos. Rosatti, de hecho, nunca se enteró que la diputada ofrendaría su nombre.
A Macri, que nunca se lo cruzó, por cierto, costó convencerlo. "¿Pero no es peronista?", inquirió lleno de prejuicio. Volvió a recordar esa reunión un rato después del fallo por las tarifas.
"Lilita, Lilita…", la zamarreó Mauricio Macri del brazo mientras miraba desorientado a uno de sus colaboradores. La líder de la Coalición Cívica, que se había descalzado, apoyado sus dos pies sobre la mesa ratona e inclinado su cabeza hacia atrás, abrió los ojos. Macri estaba parado frente a ella, en la antesala de su despacho, en el tercer piso de la sede del Gobierno Porteño, en el barrio porteño de Barracas. "Aproveché para descansar un poco, me quedé dormida", le dijo "Lilita", que había ido a visitar al todavía jefe de Gobierno y candidato presidencial de Cambiemos, en una de las primeras reuniones a solas durante la campaña.
Fue uno de los primeros contactos cara a cara entre ambos: se repetirían a lo largo de todo el 2016 en reiteradas oportunidades.
Hubo reuniones más tensas que otras. Una de ellas fue en la tarde del miércoles 30 de marzo. El Presidente telefoneó a su socia y le avisó que la esperaba en Olivos: la líder de la CC había cuestionado con dureza el brutal aumento de tarifas dispuesto por el Poder Ejecutivo y había vuelto a poner bajo la lupa a Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors, operador multirrubro de Macri y principal enemigo de la diputada del seno del entorno presidencial. Carrió casi nunca tiene encima el celular, un pequeño aparato con tapa, del tipo "sapito", que no tiene sistema para mensajería instantánea: solo envía mensajes de texto, de tanto en tanto y bajo ayuda de sus colaboradores. Reniega del teléfono móvil por una vieja anécdota de los '90 que la marcó desde ahí en adelante. Durante un viaje, se trajo el control remoto del hotel en el que se hospedaba; despistada, pensó que era el teléfono. Desde ese momento le restó importancia.
Cuando el Presidente le pidió reunirse, "Lilita" salía del Instituto Arendt, que dirige. Antes de irse a Olivos, pasó por un supermercado de una conocida cadena chilena y compró un chivo para cocinar en su casa de Exaltación de la Cruz. Salió furiosa del supermercado: tuvo que pagar con tarjeta de crédito por el exorbitante precio del chivo, mucho más caro de lo que había estimado. Enfiló brotada de ira hacia la quinta presidencial por la escalada inflacionaria.
Lo que se encontró cuando llegó la enfureció aún más: el jefe de Estado la esperaba con Ernesto Sanz, el tercer integrante de la coalición de gobierno, de mala relación con Carrió. Macri nunca le avisó de la presencia del ex senador radical. "Fue una reunión dura, franca y divertida", aseguró "Lilita" a Infobae al término de la reunión. Los que se interiorizaron del contenido de aquella charla abundan en que el encuentro fue de los más tensos que tuvieron a lo largo del año.
A lo largo del 2016, la diputada y el Presidente mantuvieron una relación de mutua conveniencia que alteró los humores internos de Cambiemos y dividió opiniones en torno a la necesidad o no de contar con una aliada que siempre amaga con hacer estallar a Cambiemos. El domingo 22 de noviembre del 2015, en medio de los festejos por la victoria de Macri en el ballotage sobre Daniel Scioli, Carrió se paseó eufórica por el salón reservado para funcionarios, familiares y amigos del búnker de Costa Salguero.
Se topó, por primera vez, con dos integrantes del entorno más cercano del jefe de Estado: su padre, Franco Macri, y Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos del Presidente. Encaró a los dos. Ninguno olvidó el saludo de "Lilita" de aquella noche. "De vos y de mí depende el éxito de Mauricio", le enrostró a Caputo, que a la mañana siguiente tuvo una larga charla con su mejor amigo en la quinta familiar Los Abrojos en la que delinearon cómo continuar la relación durante la gestión nacional.
El encuentro con Macri padre fue igual de breve pero más áspero. "A usted no lo quiero nada, pero igual lo saludo", le dijo Carrió, sonriente.
La salud de Carrió -ya anticipó que el próximo 26 de diciembre va a postergar el festejo por sus 60 años- obligó, entre otras cuestiones, a suspender el acto de los primeros días de octubre pasado en el que Macri, Sanz y la diputada relanzarían la coalición de gobierno. En las primeras horas de la tarde del martes 4 de octubre, "Lilita" fue sometida a una angioplastía por una lesión severa de la arteria circunfleja y a la colocación de dos stents en el Hospital Universitario Austral, en el que se recuperó durante varios días en una de las habitaciones de la unidad coronaria de la clínica de Pilar.
En ese lapso, y sometida a un riguroso plan médico para combatir la adicción al cigarrillo, Carrió habló por teléfono solo con Macri, que la llamó para interiorizarse sobre su estado de salud. Recibió, además, docenas de llamadas de diversos dirigentes de Cambiemos. Pero el llamado que más sorprendió a sus asesores fue el de Daniel Scioli, investigado por el fiscal Álvaro Garganta por administración fraudulenta y sospechado por supuesto lavado de activos tras una dura denuncia de "Lilita" que por estos días cobró vitalidad nuevamente.
"Le quiere hablar Daniel Scioli, espere un momento por favor", le pidió un secretario del ex candidato presidencial y ex gobernador a uno de los más estrechos colaboradores de Carrió, que deambulaba por el hospital. "Decile a 'Lilita' que más allá de las diferencias quiero saber como está, mandale un saludo", le dijo Scioli, cuya situación judicial podría complicarse, justamente, por la diputada.
Nunca hubo versión oficial sobre la reunión privada entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, en las últimas semanas de septiembre en la quinta de Olivos. El encuentro, revelado por el diario Clarín, pasó desapercibido, pero hubo al menos dos versiones en torno al mismo, según reconstruyó Infobae.
La primera, de acuerdo a lo que dejaron trascender voceros presidenciales, es que el ex candidato presidencial del Frente Para la Victoria (FPV) se habría quejado de algunas declaraciones de la gobernadora María Eugenia Vidal relacionadas con la gestión de su antecesor en la provincia de Buenos Aires. En ese sentido, Vidal le aseguró a su entorno que Macri nunca le contó nada de aquella charla.
La otra versión, que según fuentes sciolistas habría disipado el propio ex gobernador, es que hablaron un largo rato sobre su situación judicial, vinculada a la causa que instruye el fiscal Álvaro Garganta y que en las últimas semanas se reactivó por los vuelos privados en los que se movió el ex candidato presidencial durante su paso por la gobernación bonaerense y que fueron costeados por la administración provincial. Según dijeron, Macri, al tanto de los movimientos de dicho expediente, le habría insinuado que la situación de Alberto Pérez, ex jefe de Gabinete bonaerense, es más que complicada. Pérez ya fue indagado por Garganta, y su legajo judicial espera novedades. Fabián Rodríguez Simón caminaba solo por los pasillos de Casa Rosada algo más aliviado. La noche anterior, Macri lo había llamado furioso por la filmación viralizada en las redes sociales por Mariana Zuvic en la que "Pepín", la diputada del Parlasur y Elisa Carrió se burlaban del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, y de Daniel Angelici, dos de los enemigos preferidos y más castigados por la líder de la Coalición Cívica y por el asesor jurídico del Presidente.
"Me dijo que estaba desilusionado", le confesó Rodríguez Simón a un funcionario cercano cuando este le consultó por el tono del llamado presidencial, después de salir de la oficina del jefe de Estado, que lo recibió a pesar del fastidio. Es que, la mañana anterior, el que llamó enardecido al mandatario fue Angelici, saturado por el video casero del que luego Rodríguez Simón le explicaría al Presidente que él no quiso filtrar, y que fue todo obra de Zuvic, que había bebido de más en un encuentro en Montevideo, donde filmaron la pieza.
Macri, un especialista a la hora de azuzar diferencias internas, pidió cortar con la pirotecnia judicial y mediática. Ambos integrantes del entorno presidencial recogieron el guante y por ahora cumplieron, aunque nadie sabe hasta cuando.
"Pepín" estaba molesto, y hasta había pensado en escalar en la puja con el presidente de Boca en los medios, por la persecución, según él, del operador judicial de la Casa Rosada en la causa en la que el juez Ariel Lijo investiga a la vicepresidenta Gabriela Michetti por el dinero robado y hallado en su casa, y en la que la quedó empantanada una fundación presidida por Rodríguez Simón. Esa segunda semana de noviembre en la que el pleito alcanzó su pico más álgido, Angelici había partido hacia Europa. "Pepín" hizo lo propio, pero a Nueva York, en los Estados Unidos, para enfriar la guerra histórica entre dos de los colaboradores del riñón de Macri que data desde hace años. Similar al pedido que el mandatario le hizo a Carrió pero vinculado a Lorenzetti: le imploró que esperara al menos hasta marzo para continuar con la embestida contra el presidente del máximo tribunal de Justicia.
El de Carrió y Rodríguez Simón, dos aliados incondicionales, es solo uno de los frentes del presidente de Boca en el seno del Gobierno. Otro es el que tiene bajo la lupa a Javier Bujan, titular del INADI y hombre del riñón de Angelici, cuestionado dentro del organismo por sus modos y enfrentado en duros términos con el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, de quien depende el organismo, según el organigrama.
Es una de las tantas internas, desconocida hasta ahora, que sacude al gabinete macrista. Desde el Ministerio de Justicia que conduce Germán Garavano, otro de los que recela de la influencia de Angelici, habrían puesto la lupa en algunas desprolijidades de Bujan, que está de licencia en el fuero penal, contravencional y de faltas de la ciudad de Buenos Aires y que antes de recaer en el INADI -que arrastra una sucesión de gestiones poco ordenadas del kirchnerismo- pasó por el Ministerio de Seguridad y Justicia bajo el ala de Guillermo Montenegro, con quien tampoco tenía una excelente relación.
Según contaron altas fuentes oficiales, Macri le habría pedido a Angelici que ordene a su delfín o que, en todo caso, sea desplazado. Dicen, en esa línea, que podría haber un recambio en el corto plazo.
Omar Gutiérrez es el más converso de todos los gobernadores que no pertenecen a la coalición de gobierno. Aunque no suele tener un perfil demasiado alto a nivel nacional, el de Neuquén es uno de los mandatarios que cambió el modelo de gestión de los años anteriores. Al igual que varios de sus colegas, suele pasar más tiempo en Buenos Aires que en su provincia: fatiga semanalmente los pasillos de la Casa Rosada y los despachos de funcionarios del Gobierno nacional.
En las últimas semanas de noviembre, Gutiérrez se acercó hasta uno de los salones de reuniones del Ministerio del Interior para reunirse con casi todo el gabinete ministerial, encabezado por Rogelio Frigerio, para destrabar deudas por obra pública de la Nación con la provincia gobernada desde hace años por el Movimiento Popular Neuquino (MPN). El gobernador visita todas las semanas los despachos de la planta baja de la Casa Rosada y hasta irrumpe en los despachos sin pedir permiso.
Parado al costado de la mesa principal, Gutiérrez había empezado a subir el tenor de sus reclamos frente al staff del ministerio político. Hasta que Frigerio lo paró en seco. "Bueno Omar, no mientas más, saquémonos las caretas y sentate acá a la mesa", lo chicaneó el ministro en alusión a su adhesión casi total a la administración de Mauricio Macri. Hubo risas. El gobernador se sentó a la mesa, resignado, y devolvió la chicana. "¿Ustedes quieren aprender como se saca la reforma política? ¡Yo les enseño!", azuzó en referencia al proyecto provincial de reforma electoral que está a punto de aprobarse en estos días y después del estrepitoso fracaso del proyecto de reforma enviado por Macri que fue rechazado por el Parlamento.
Habían almorzado largo y tendido. Por la mañana, a las 10.30 hora de nuestro país, Mauricio Macri se había entrevistado con el Papa en su primer encuentro como Presidente con el Sumo Pontífice del que se traería de recuerdo aquel gesto adusto del Papa y una serie de cortocircuitos que recién lograría desterrar ocho meses después. El Presidente dejó el Vaticano y se trasladó al Palacio Chigi, donde se reunió con el premier Mateo Renzi -hoy renunciado- para luego comer en el Palacio Quirinale con el presidente italiano, Sergio Mattarela, que lo espero con su hija Laura.
Acompañado por su mujer, Juliana Awada, y por una nutrida comitiva, Macri destacó con Mattarela el "relanzamiento de las relaciones" entre ambos países, mientras almorzaba junto al jefe de Gabinete, Marcos Peña; la canciller, Susana Malcorra; el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, y los gobernadores de Tierra el Fuego, Salta y Mendoza, Rosana Bertone, Juan Manuel Urtubey y Alfredo Cornejo, respectivamente.
A unas cuadras de Piazza di Spagna, y después del auspicioso almuerzo, Macri hizo parar al auto que lo trasladaba de vuelta al Hotel De Russie. "Para acá, por favor", le pidió al chofer, y se bajó solo con Awada ante a desorientación de algunos de los colaboradores que lo acompañaban. "Ya vengo", dijo el Presidente, y caminó dos cuadras junto a su mujer por las desordenadas calles romanas hasta un pequeño restaurante italiano. Macri, que ya había almorzado con su par de Italia, se sentó con la primera dama y pidió solo un plato de alcachofas, sus preferidas. Las devoró raudo y pagó de su bolsillo, antes de enfilar hacia el aeropuerto para embarcar de nuevo hacia Buenos Aires.
Mauricio Macri junto a su familia en Roma (NA) Mauricio Macri junto a su familia en Roma (NA) Fue en las últimas semanas de agosto, días antes del viaje presidencial a Hangzhou, China, a la cumbre del G20. Fiambres y quesos variados de entrada y carne como plato principal fue el menú elegido por el matrimonio presidencial para recibir a Susana Giménez, la diva de la televisión, que llegó sola hasta la remodelada Quinta de Olivos para cenar junto a Mauricio Macri y Juliana Awada y un selecto grupo de familiares y amigos.
Algunos de los comensales juran que no hablaron nada de política, que la comida no se extendió demasiado -fue entre semana- y que casi no hubo alcohol, condición potenciada por el hecho de que Macri sea un confeso abstemio. A la mesa de la remozada casona presidencial -decorada en tonos blancos, elegidos por Awada-, además de la conductora, se sentaron Zoraida Awada -hermana de la primera dama- y su marido, Alberto Rossi; Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos del Presidente, y su mujer Agustina, y Giorgio De Lorenzi, vicepresidente de la Società Italia Argentina (SIA) y uno de los amigos que Macri heredó de su padre Franco.
"Fue una buena comida, muy distendida, Mauricio la pasa muy bien con sus amigos", aseguró uno de los asistentes. Fue, al menos en privado, la única ocasión en que el jefe de Estado abrió la quinta presidencial para la diva de la TV. No así para su familia política, para su amigo Caputo -parte de su mesa chica- ni para De Lorenzi, que se autodefine en privado como el "proveedor oficial de mozarella del Presidente". De Lorenzi esperó a Macri en el lobby del Hotel De Russie durante la última visita del Presidente a Roma, en octubre. Almorzaron en el restaurante "Pierluigi", en los alrededores de Campo di Fiori, junto a la comitiva oficial y un grupo de dirigentes de la oposición.
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