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Evacuados: a dificultad de vivir en una escuela y la larga espera por soluciones
Martes, 29 de diciembre de 2015
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Unas 15 familias conviven en el colegio Juan Alfredo Asuad, donde debieron pasar la Nochebuena y días posteriores. Allí permanecen con la preocupación de poder perder lo poco que les quedó.
Desde la última lluvia fuerte hace casi una semana, unas 15 familias conviven en la Escuela N° 299 del barrio Galván, evacuadas por las inundaciones que azotaron las costas del río Paraná. Mientras se las arreglan para bañarse, limpiar el colegio y cuidar lo poco que les quedó después del temporal, aguardan por la solución estructural de un problema que parece no tener fin. Ya sin clases debido al final del ciclo lectivo escolar, la Escuela 299 “Juan Alfredo Asuad” muestra un panorama totalmente diferente del que se veía hace unos meses. Desde el 24 de diciembre volvieron los chicos a correr por el lugar, pero esta vez provenientes de los asentamientos próximos al barrio Galván, Caridi y Virgen de los Dolores, producto de una evacuación por las inundaciones que azotaron al lugar, y también a todo el litoral argentino. En total son unas 80 familias de la zona las que se encuentran complicadas por el temporal, pero el colegio alberga a unas 15, que resultaron las más afectadas por estar más cerca del Paraná. Con lo poco que pudieron rescatar de sus casas, la gente convive en el patio del establecimiento, entre colchones, bancos escolares y alimentos que provienen de los gobiernos. Pese a que las personas evacuadas aseguran estar conformes con la asistencia de las autoridades en cuanto a comida y salud, resaltan que lo importante ahora es saber hasta cuándo van a seguir pernoctando en la escuela, no sólo por la incomodidad que esto provoca, sino por el temor a perder lo poco que les quedó tras el paso del agua. “Necesitamos saber qué va a pasar con nuestro lugar, si nos van a dejar ahí o nos van a mandar a otro lado. Tenemos casillas, no tenemos casas de material, estábamos levantando de material pero el agua se llevó todo”, comentó preocupado Daniel a El Litoral. El hombre se ganaba la vida como ladrillero, pero con la creciente y las lluvias perdió todo sus materiales de trabajo, y ahora no le queda otra que vivir de changas. “Hay 4 ladrillerías, que son de mis hermanos, y todas están bajo agua. Ahora no podemos hacer nada porque estamos acá arriba. Quedamos sin trabajo así que vivimos con cualquier changuita que agarramos, y con lo que nos dan acá”, manifestó. Si bien no perdió su trabajo, porque se desempeña bajo el programa Ellas Hacen, a Karina lo que más también le preocupa es volver al lugar donde vivía. “Queremos irnos porque las criaturas no se hallan, y queremos estar en un lugar que no llegue el agua. Ayer, por ejemplo, salimos a correr porque se largó la lluvia y fuimos a rescatar las cosas que tenemos ahí. La mayor parte está toda destruida, y en el fondo hay cosas que están con el agua todavía”, contó. “Quiero ir a mi casa porque tengo miedo de que me roben lo poco que tengo”, agregó Daniel, y apuntó a una solución estructural: “Si nos vamos a quedar en el lugar, que nos arreglen el camino, o que traten de rellenarlo un poco más porque si no vamos a seguir pasando la misma situación. También deberían darnos para arreglar nuestras casas con material”.
La vida en la escuela Más allá de sus deseos y necesidades, la vida de la gente de la zona ahora se trasladó a la Escuela 299, y con un futuro incierto deben acomodarse como pueden, entre la asistencia sanitaria, las donaciones de la comunidad y su propia fortaleza. Es así que contaron que deben ir a lavar sus prendas a otro lado, o incluso bañarse, porque reservan los sanitarios para los cerca de 60 niños que están evacuados allí. “Vamos a lavar la ropa a otro lado porque es incómodo, y nos quedamos algunos. También los bañamos a los chicos acá, y los grandes buscamos otros lugares”, relató Karina. A su vez indicó que la limpieza del establecimiento corre por su cuenta, y “nos turnamos: el baño limpian las mujeres y los hombres el piso”. La Navidad Como la evacuación ocurrió la madrugada del 24 de diciembre, las familias debieron pasar esa Nochebuena en el colegio. “Pasamos la Navidad acá como pudimos, pero para las 2 de la mañana ya estábamos durmiendo, porque no era fiesta para nosotros. Incluso casi se ahogaron criaturas y todo” destacó Karina.
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