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Escenas de un Gobierno exultante por la visita de Obama
Jueves, 24 de marzo de 2016
Durante todo el día hubo distensión en ambas delegaciones. Los integrantes del equipo de Comunicación de la Presidencia hasta ventilaban con sorna los tironeos con sus pares norteamericanos, sucedidos en las últimas tres semanas.

El alto funcionario que escuchó a los presidentes Mauricio Macri y Barack Obama desde las primeras filas del Salón Blanco le confió a Infobae un rato más tarde lo que desde la Casa Rosada se habían encargado de dejar trascender en los días previos. "El anuncio es la visita", dijo, exultante, el secretario de Estado, minutos después de una conferencia plagada de gestos corteses y condescendencias mutuas que hicieron delirar a la plana mayor del Gobierno.
Desde exigencias de seguridad -la Casa Rosada estuvo casi copada por funcionarios de la Casa Blanca- hasta detalles protocolares. Los colaboradores de Obama pidieron, por ejemplo, levantar unos centímetros los atriles que usarían en la conferencia de prensa: tras una ardua negociación, midieron 1,12 metros de altura, tres centímetros del 1,15 que habían exigido los norteamericanos para la comodidad del jefe de Estado americano. Para la multitudinaria cena en el Centro Cultural Kirchner (CCK), la comitiva estadounidense pidió para el mandatario nada de nueces ni frutos secos.

Para la primera dama, Michelle Obama, tuvieron que ubicar un espejo de cuerpo entero en la antesala del CCK para acomodar su vestido hasta instantes antes de la comida que compartieron junto a funcionarios, legisladores, jueces, sindicalistas, empresarios e invitados especiales.

La reunión entre ambos jefes de Estado y sus respectivas comitivas estuvo atravesada por los temas que tanto Macri como su par desmenuzaron luego en su alocución en el Salón Blanco. Acuerdos de cooperación en diversos temas, ningún anuncio concreto, pero una catarata de guiños que el macrismo no pudo ni quiso disimular. "Esta es su casa", finalizó su breve discurso el Presidente, que hasta se quebró en el tramo final de la conferencia. Durante toda su recorrida junto a Obama por la Casa Rosada, el Presidente estuvo flanqueado por Hernán Bielus, coordinador General de Asuntos Presidenciales, encargado, entre otras cosas, del protocolo del ex jefe de Gobierno.

Posibles inversiones, negociaciones por exportaciones en carne y limones y eventuales acuerdos aeronáuticos -American Airlines estaría interesada en asentarse con un "hub" en el país- también sobrevolaron las reuniones bilaterales.

Macri y sus funcionarios se deshicieron en elogios con el presidente norteamericano, y los ministros nacionales se entregaron al carisma de Obama. Un dato: de todos los funcionarios de primera línea acomodados en las tres filas de adelante en el Salón Blanco solo un par utilizaron los auriculares que traducían las palabras del norteamericano. Emilio Monzó y Julio Martínez, entre ellos. Algún importante funcionario comentó por lo bajo: "No se sí todos entendieron, pero es una cuestión de estatus".

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, siguió al detalle cada una de las cortísimas respuestas de Macri a las preguntas de la prensa. Cuando el enviado de una de las agencias americanas lo consultó al mandatario nacional por el rol de los Estados Unidos durante la dictadura, Gabriela Michetti miró a Peña, arqueó las cejas y le susurró: "Qué difícil". Macri evadió con elegancia.

A primera hora de la mañana, desde Presidencia repartieron a los corresponsales extranjeros una carpeta con imágenes y la biografía de Macri, Juliana Awada y Horacio Rodríguez Larreta. Repasaron la trayectoria de los tres. Al mandatario lo presentaron como "la alternativa a las políticas aislacionistas".

El jefe de Gobierno porteño también tuvo su foto con Obama, previo a la charla con la que el estadounidense deslumbró a los funcionarios, estudiantes e invitados que se apiñaron en la Usina del Arte, en La Boca. Rodríguez Larreta lo recibió con la llave de la Ciudad, el diploma de visitante ilustre y una camiseta de Racing Club con el número 10 y el "Obama" estampados en la espalda. Sentados a un costado del escenario, Esteban Bullrich y Pablo Avelluto aplaudieron a rabiar. Extasiados por el carisma del norteamericano.

"Es un nuevo comienzo, una nueva etapa entre ambos países", brindó Obama frente al Presidente y los más de 400 invitados que se agolparon en el segundo piso del Centro Cultural Kirchner, reacondicionado para la ocasión. Así lo vivió el Gobierno: el puntapié, la bisagra de una gestión que busca dejar atrás los primeros cien días y dejar de excusarse con la herencia recibida. Entre los eventos de hoy, uno de los funcionarios más importantes del gabinete le aseguraba a Infobae que la meta para el segundo semestre es una inflación por debajo del 10%. El desembarco del presidente de los Estados Unidos en nuestro país le sirvió al macrismo además para diferenciarse hasta el extremo de la relación distante entre la Casa Blanca y la gestión anterior. Para Macri, las formas y las fotos son parte vital de la gestión.

El acuerdo con los holdouts, del que Obama prefirió excusarse pero que también marcará una vuelta de página para el Gobierno -así lo plantea Macri-, es otra de las patas de la silla en la que el macrismo pretende sentarse para empezar a negociar con la política local y el poder económico regional y mundial con menos tambaleo y más firmeza. La cena de anoche, plagada de farándula y amigos pero también de dirigentes opositores, le calzó justo al Gobierno, a días de la sesión del Senado de cara a la votación por los holdouts y en medio de una caída estrepitosa de algunos de los empresarios centrales de la última década que derrumba al kirchnerismo.

Anoche, entre las mesas distribuidas por el Salón de los Escudos del CCK, opositores como Juan Manuel Abal Medina, Diego Bossio o Miguel Ángel Pichetto se pavoneaban con ministros como Alfonso Prat Gay, rodeados de sindicalistas como Hugo Moyano, dirigentes como Rodolfo D'Onofrio y Guillermo Barros Schelotto, DT de Boca Juniors. Rendidos a los pies de Obama.


     
 
 

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