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Cambio de estilo y nuevas caras en el Congreso
Martes, 1 de marzo de 2016
Lejos de los palcos militantes del kirchnerismo, Cambiemos optó por entregar esos lugares a sus funcionarios.
Moyano, Pérez Esquivel y el embajador de los EEUU, entre los invitados especiales

No hubo banderas, canciones ni papelitos. Toda la liturgia que durante años el kirchnerismo le imprimió a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso quedó de lado este año. El "estilo M" -como empiezan a llamar algunos a la impronta que Cambiemos quiere darle a su gestión- optó por la sobriedad: los palcos que el Frente para la Victoria solía ceder a sus militantes esta vez fueron otorgados a funcionarios del oficialismo e invitados especiales.

En el primer piso de balcones que da sobre la Cámara de Diputados fueron ubicadas las personalidades más destacadas, aquellas que el macrismo quería que las cámaras pudieran enfocar durante el discurso. En algunos casos, la distribución fue temática. Como el kirchnerismo, Cambiemos también tuvo un palco dedicado a los Derechos Humanos, pero no ya con representantes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sino con el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y el cacique qom Félix Díaz. En otro de los balcones fueron sentados distintos representantes de la provincia de Buenos Aires, como el intendente de Quilmes, Martiniano Molina; el ministro de Gobierno bonaerense, Federico Salvai, y el presidente del Grupo Bapro e intendente de Vicente López, Jorge Macri.

La distribución de otros palcos fue menos coherente. También en el primer piso, el embajador de los EEUU, Noah Mamet, se sentó detrás de la secretaria de Relaciones Parlamentarias, Paula Bertol. Más allá, el presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, compartió espacio con Juan Tonelli, pareja de la vicepresidente Gabriela Michetti. Repartidos entre los lugares restantes también estuvieron el presidente del nuevo Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), Miguel de Godoy; la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, y la ex senadora nacional Norma Morandini, además dos peronistas de peso del Conurbano: la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, y el presidente del PJ bonaerense, Fernando Espinoza.


AFP
En los palcos del segundo piso fueron ubicados otros funcionarios menos conocidos. Entre ellos se destacaron los secretarios de Trabajo, Ezequiel Sabor, y de Asuntos Políticos y Fortalecimiento Institucional, Adrián Pérez. En tanto, en el tercer y último piso se repartieron los colaboradores de funcionarios y legisladores, además de algunos curiosos y empleados del Congreso.

Funcionarios e invitados especiales siguieron la mayor parte del discurso en silencio, aunque se sumaron a los aplausos durante los párrafos más encendidos del mensaje y hasta entonaron el "Sí se puede" que el macrismo convirtió en bandera durante la campaña.

La distribución de asientos en los balcones también permitió comentarios, chanzas e ironías sobre los movimientos de legisladores e invitados dentro del recinto. Con inquietud, varios de los presentes observaron que, junto al estrado, las sillas que estaban al lado del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, habían quedado vacías. ¿Algún gobernador había decidido un faltazo de último minuto? Para disimular, los acomodadores adelantaron a otros invitados a esos lugares. Hacia la mitad del discurso, la incógnita se develó: los asientos correspondían a los gobernadores Juan Manuel Urtubey (Salta) y Juan Schiaretti (Córdoba), quienes llegaron una vez que el acto ya había comenzado.

Unos minutos después de que Macri empezara su discurso, una funcionaria notó algo raro. "¿Qué hace el 'Colo' ahí? Lo van a matar?", preguntó a sus acompañntes. Se refería a Nicolás Massot. El jefe del bloque PRO en Diputados se había sentado junto a Axel Kicillof en un extremo de los lugares asignados para el Frente para la Victoria. Cada vez que el discurso de Macri disparaba contra la gestión del ex ministro de Economía, Massot rompía en aplausos. A la salida, el joven diputado de 31 años aseguró que su cambio de banca no quiso ser una provocación: sólo no había conseguido encontrar asiento entre los suyos.


     
 
 

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