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Natalie Pérez en Mar del Plata: "La fama me da miedo"
Miércoles, 17 de enero de 2018
La protagonista de Las Estrellas se lanzó como solista en la playa. Aquí habla de las contradicciones de su profesión y la popularidad, sus orígenes de barrio y el novio de siempre.

Caminaba por la Rambla, en Mar del Plata, cuando a los gritos, desde el otro lado de la vereda, un chico le pidió que se sacara una foto con ella. "Entonces le dije: '¿Cómo me llamo?'. No sabía mi nombre… Quería una selfie solo porque soy 'la piba de la tele'. No entiendo cómo alguien puede molestar a otra persona cuando ni siquiera sabe quién es", se pregunta Natalie Pérez (31) en voz alta, como para empezar a enumerar su enfrentamiento con la fama. "Si yo quiero una foto con alguien, es porque lo admiro, no porque es famoso".

–Ese es un aspecto que desconocías antes de ser famosa.
–Crecí con esto. Me pasaba en los recreos del colegio, a los diez años, cuando hacía Chiquititas. Después, con Esperanza mía, Guapas y Graduados. Tal vez en distintas dimensiones. Porque hoy mucha gente sabe mi nombre. Pero fue de a poco. Sin embargo, todavía me sorprende que muchos no entiendan que soy un ser humano también. Me dicen: "Te debés a tu público" o "Es parte de tu trabajo". ¡No es así! Imaginate que sos mecánico y tenés que andar arreglando ruedas y motores cada vez que alguien se queda en la calle. Sería tedioso. A veces tengo la sensación de querer esconderme… Soy amable, pero después de sacarme 120 fotos en una cuadra, deja de ser divertido. Y vos me preguntarás por qué elijo trabajar de esto.

–Te lo pregunto.
–Porque es mi pasión. Amo mi trabajo.


–Pero no la popularidad ni la fama…
–No entiendo el abuso. Eso de que soy mala onda si me niego a una foto porque estoy comiendo. Es una cuestión de respeto. A mí me educaron así. La fama, en mi caso, fue una consecuencia de mi perseverancia en el trabajo. No soy alguien que la busca por el solo hecho de ser famosa en sí. Por el contrario, me da miedo. Aunque creo que no existe, o es efímera. Si mañana dejo la tele, dejaré de ser famosa. Además, yo tuve una personalidad antes de que me llegara la fama, y otra después. Ahora me reprimo mucho para no llamar la atención. Me encantaría ser una loca que va por la calle cantando, bailando y haciéndole jodas a la gente.

–¿Dijiste que la fama te da miedo?
–Sí. Obvio. No poder ir a la playa tranquila o sentarme a tomar un helado. Igual, siento que ya estoy en ese camino.

DE REDES, SUEÑOS Y CONSUMO. Sigue viviendo en Villa Urquiza, su barrio de siempre. Con su novio, Ramiro Gayoso, un amigo del colegio. Tiene una hermana mayor y un hermano más chico. Y más de una prima, como aquella a la que arrobó en una foto y le llovieron mil solicitudes de amistad "¡solo porque es mi prima!".

De ahí su queja: "Quiero hacer lo mismo que las personas normales: subir fotos con la gente que quiero". Empezó a actuar porque a los nueve, cuando miraba tele, dijo que "quería estar ahí" y su mamá la llevó a estudiar comedia musical a una escuela a la vuelta de su casa. Hizo un millón de castings y apunta: "¡La cantidad de veces que me dijeron que no…! Entonces lloraba. Hoy está bueno que no haya sido tan fácil. Si hubiera tenido más respuestas positivas, ¡hoy sería una pelotuda!". Y aunque la asociemos a la pantalla chica, participó en más musicales que en tevé, si bien no reniega del rótulo de comediante: "No fue planeado. Me gusta que la gente se ría". Mientras que si de creencias hablamos, usa un anillo con la paloma del Espíritu Santo, pero "solo porque es bonita". Además, agrega: "No le rezo a nadie, aunque me gusta San Benito. Siento cosas por la Luna. Creo en la Tierra… y en la buena gente".

–¿Qué importancia le adjudicás al dinero, a la hora de elegir los proyectos?
–Nunca le di valor al billete. Hasta hace poco no sabía ni cuánto cobraba. Me tuve que ordenar. Ahora sí sé de impuestos. Y que el dinero va y viene. No necesito mucho para vivir. Si tengo un súper auto o una bicicleta, me da lo mismo. Si fuera "Natalie Pérez no famosa", tendría un par de ojotas y una remera. A veces me pregunto para qué quiero setenta zapatillas, si uso dos pares… Uno, el preferido, y el otro, por si aquel está sucio. Regalo bastante. No soy consumista.

–¿No morís por ir a Miami de shopping?
–No. De hecho, fui el año pasado, en esta época, y terminé mareada. "¿Qué se compra acá", pensaba.

–¿Por dónde van tus sueños?
–Me gustaría tener una casa frente a la playa, con campo atrás. En lo posible en Brasil. Y compartirla con Ramiro. Una familia grande y linda. Una vida tranquila, que se contradice con la decisión de estar en la tele. Lo sé. Pero creo que podría lograrlo.

–Podés seguir, bancarte la fama unos años más, y después retirarte para vivir así…
–No sé si aguantaría sin trabajar. Como mi abuelo, que tiene una carnicería y a los ochenta se sigue ocupando. O… hace poco la vi a Claudia Lapacó en el teatro. Se tiraba al piso, se paraba y gritaba. Y pensé: "¡Uy! Yo voy a terminar así". Es que cuando estás actuando no existe nada más. Ya no sos vos. Es apasionante salir de mi cuerpo y no tener madre, novio ni fiebre.

Por Ana van Gelderen


     
 
 

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