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La Iglesia pidió por la pronta aparición de Loan y fortaleza para su familia
Viernes, 13 de junio de 2025

El arzobispo presidió la eucarística en la capilla Ascensión del Señor de la localidad de 9 de Julio. Allí pidió por la "guía divina de quienes tienen la altísima responsabilidad de trabajar en su búsqueda y el esclarecimiento del hecho".

El arzobispo José Larregain presidió la Misa al cumplirse un año de la desaparición de Loan Danilo Peña en la capilla Ascensión del Señor de la localidad de 9 de Julio. Durante su homilía pidió por la aparición del pequeño y por "la paz y fortaleza de su familia, por la sabiduría y guía divina de quienes tienen la altísima responsabilidad de trabajar en su búsqueda y el esclarecimiento del hecho. Hoy celebramos a san Antonio de Padua, le rogamos que por su intercesión nos acompañe y nos dé la esperanza de un reencuentro lleno de alegría".


Homilía completa
Nos encontramos congregados en esta Misa con profunda tristeza a un año de lo sucedido con Loan. Elevamos nuestra súplica al Buen Padre Dios: pedimos por su pronta aparición, por la paz y fortaleza de su familia, por la sabiduría y guía divina de quienes tienen la altísima responsabilidad de trabajar en su búsqueda y el esclarecimiento del hecho. Hoy celebramos a san Antonio de Padua, le rogamos que por su intercesión nos acompañe y nos dé la esperanza de un reencuentro lleno de alegría.

Las lecturas que acabamos de escuchar son fuertes y significativas para la ocasión. En la primera lectura escuchamos a Amós, no era un profeta profesional ni pertenecía a la clase adinerada. Era hombre sencillo, un agricultor que se siente llamado por Dios: «No soy profeta ni hijo de profeta; soy pastor y cultivador de sicómoros. El Señor me tomó de detrás del rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel"» (Amós 7:14-15).

Vivió en una época de paz y prosperidad para Israel que se construyó a costa de injusticias con los pobres. Habla a menudo de los que los oprimen. En su lenguaje no consuela tanto a los afligidos más bien aflige a los que se sienten cómodos. Su mensaje se basa en la tradición de la ley israelita para exhortar a quienes observan la letra de la ley (como abstenerse de trabajar en sábado) pero ignoran el espíritu de la ley que se expresa en la justicia y misericordia para con los oprimidos. Ilustra las actitudes con que celebran sus fiestas religiosas: mucha puntualidad y escrúpulo pero sin que ello provoque un cambio de comportamiento respecto al trato recto, ecuánime y respetuoso para con el prójimo.

A quienes les dirige el mensaje, no tienen consideración por los pobres y necesitados; los venden como esclavos por deudas insignificantes como el precio de un par de sandalias. Para ellos, las vidas humanas son solo una mercancía más, que se compra y se vende. El juicio del Señor es una advertencia: «Ciertamente nunca olvidaré ninguna de sus obras». El profeta condena el modo deshonesto que menosprecia y desprecia la vida humana. Convierten el tiempo de la fiesta religiosa en ocasión para maquinar maldades y obtener beneficios personales a expensas del más desfavorecido.

Este pasaje de Amós da pautas para vivir la fe protegiendo a los vulnerados que están expuestos a diversas y variadas formas de explotación. Tratar fraternalmente con equidad, generosidad y solidaridad es un modo de reflejar el carácter de Dios que habla a través del profeta.

La parábola contenida en el Evangelio tiene como protagonista a un administrador sagaz. Nos plantea que las riquezas pueden conducir a la autosuficiencia, a construir muros, al egoísmo, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a invertir el orden: "Hacer amigos". Es transformar bienes y riquezas en relaciones cordiales, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las riquezas que poseen. En la vida, en efecto, no son los bienes materiales los que dan valor a las personas. Otorga valor lo que crea y mantiene lazos vivos, relaciones y amistades a través de los diferentes dones con los que Dios los ha bendecido y con ellos son capaces de transformarse en instrumentos de fraternidad y solidaridad.

Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo para arrepentirnos, cambiar de vida, sanar el mal hecho, hacer el bien y reparar. Que los que han causado lágrimas hagan felices a alguien; que los que han quitado indebidamente, donen y ayuden a los necesitados; a ser solidarios y compartir lo que somos y tenemos. Al hacerlo, seremos alabados por el Señor "porque hemos obrado astutamente", es decir, con la sabiduría de los que se reconocen como hijos de Dios y se juegan por el Reino de los cielos.

La pequeña Esperanza –virtud teologal- nos anima a confiar, amar y creer:
Aún persiste un rayo, una llama cálida encendida,
en la memoria viva, una fuerza bendecida.
La lucha continúa, aunque el camino sea arduo,
la esperanza nace cada día, aunque el dolor sea crudo.


     
 
 

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