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El poder sanador de la música
Miércoles, 15 de noviembre de 2023
Está al frente de una ONG que brinda asistencia médica a personas en situación de vulnerabilidad, Mariano Masciocchi implementó una novedosa terapia con la que complementa el ejercicio de su profesión.

No fue una crisis existencial. Ni siquiera llegó a ser un conflicto con la profesión que ejerce hace más de dos décadas y, dice, será un amor para toda la vida. Pero Mariano Masciocchi se sentía atravesado por una inquietud. Había algo en la medicina que lo incomodaba.

“Me recibí en 2002 y siempre digo lo mismo: a los médicos y médicas nunca nos enseñaron a dar buenas ni malas noticias. No nos enseñaron a empatizar o no empatizar. Nos enseñaron medicina y punto. Y nosotros tratamos con personas”, se presenta en la charla.

De construir cercanías se trataba. Masciocchi quería imprimirle una faceta más humana al vínculo con sus pacientes: “Con el paso del tiempo te das cuenta de que necesitan algo más de nosotros, algo más que una frase alentadora o una mano que contenga. Y siento que no nos cuesta nada darles cinco minutos más. Yo lo manifiesto a través del canto, pero puede ser una poesía, un juego. Puede ser cualquier otra cosa”.

Hace algunos meses, este médico clínico, cardiólogo y docente de farmacología en la Universidad Nacional de La Matanza comenzó a cantarles canciones a sus pacientes, y así empezó a saldar la deuda con aquella incomodidad. En ese tren vio que la cosa fluía, tanto con ellos como con él mismo. Que efectivamente había algo sanador en la propuesta.

El poder sanador de las canciones: “Los pacientes te esperan al día siguiente”
En mayo subió el primer video a TikTok (@marianomasciocchiok) y obtuvo más de 30 mil reproducciones. Nada mal para empezar. A dúo con su colega Natalia Masci -con quien comparte horas de trabajo en la clínica Zabala de Belgrano, además de la pasión por la música-, le siguió una interpretación que superó las 414 mil reproducciones. Un mes después, otro de sus videos alcanzó 8 millones 800 mil visualizaciones.

“Más allá de cualquier repercusión en las redes, empecé a notar otro ánimo en los pacientes y sus familias. Otra predisposición. Uno les canta y los ves distintos y te ven distinto. Y esperan que vuelvas al día siguiente”, retrata.

El repertorio de Masciocchi abarca diferentes estilos e -incluso- idiomas. Y es a la carta, desde Frank Sinatra a Chichí Peralta. “No entro a las patadas a la habitación del hospital y me pongo a cantar. Voy despacio. Primero le pregunto al paciente si le gusta la música, y luego le pregunto qué artista le gusta. Si encuentro eco, arranco”, dice.

“Es tratar de ser empático, que al otro le llegue que no estás cumpliendo tu tarea y nada más, que no estás en una fábrica poniéndole la tapa a una botella”, agrega, y vuelve a soltar una definición desde su rol principal: “Nosotros convivimos con la muerte. Nos llevamos la muerte a casa todos los días”.

“A veces te dan ganas de llorar, de abrazar al paciente porque sabés que su cuadro no tiene vuelta atrás. Y a mí no me enseñaron a decirle a una persona que se va a morir”, insiste, y profundiza: “Yo elijo cantar porque, de lo contrario, no sé qué haría con esta angustia a tiempo permanente, pero en realidad hablo de cualquier actitud que sea estimulante para los pacientes: también van a ser estimulantes para vos que estás de este lado”.

El médico que eligió donar su tiempo
Bajo ese mismo impulso, Masciocchi creó en 2014 ¿Me Regalás una Hora?, una organización sin fines de lucro que ofrece un servicio gratuito de asistencia médica primaria a personas en situación de calle o que tienen dificultad para acceder al sistema de salud público. La iniciativa le valió, en 2019, el premio Abanderados, otorgado en reconocimiento a aquellos argentinos que se destacan por sus historias inspiradoras de dedicación a los demás.

“Ahí también buscaba sentirme mejor. Sentí que poner tu tiempo a disposición de otro es lo más difícil que podés hacer. Y así nació la fundación”, resume.

El proyecto solidario comenzó a tomar forma en un consultorio montado en la parroquia Parroquia San Carlos Borromeo del barrio de Almagro. Fue creciendo a través de la participación de voluntarios y se extendió al Conurbano, Mar del Plata, Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa: “Puede sumarse cualquiera que tenga ganas de sumar un pedacito de su tiempo a quienes más lo necesitan. No hace falta ser médico. Mi mamá, desde su casa y con un teléfono, ayuda un montón”.


     
 
 

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