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El lugar habitado más remoto del mundo, con una población de ocho apellidos y al que se puede llegar desde la Argentina
Miércoles, 28 de septiembre de 2022
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A más de 2.000 kilómetros de cualquier otra comunidad y con acantilados que hacen casi imposible su acceso, Tristán de Acuña alberga a la población más alejada del mundo, de apenas 270 personas. Cómo se vive en la isla.
En Tristán de Acuña se encuentra la población más alejada del mundo -según consta en el libro Guiness-, a más de 2.000 kilómetros de cualquier otra comunidad, con acantilados que hacen casi imposible su acceso, y una población de apenas 270 personas, que no superan los ocho apellidos. Como la serie Lost, pero con personas reales, que no aspiran a rescate alguno.
No es fácil llegar a este archipiélago británico, ubicado en el Atlántico Sur, a 3360 kilómetros de Sudamérica y a 2816 kilómetros de Sudáfrica: no hay aeropuerto y solo se lo puede hacer por barco. Se puede desde Ciudad del Cabo, que realiza unos ocho viajes al año. Otra opción, acaso la más habitual, parte de nuestras tierras: son los cruceros turísticos que pasan por Ushuaia.
Tristán de Acuña es, en rigor, una isla mayor del mismo nombre con una superficie de 98 kilómetros cuadrados, más las islas de Inaccesible y Ruiseñor, directamente deshabitadas. En una tercera isla, Diego Alvarez, mora una solitaria antena meteorológica sudafricana, cedida a cambio del viaje periódico de una embarcación de ese país. Santa Elena, a 2173 kilómetros, lo más cercano Todo el territorio es una dependencia de la isla de Santa Elena, ubicada 2173 kilómetros al norte. En rigor, los británicos solo ocuparon Tristán de Acuña en 1816 por miedo a que lo hicieran los franceses, con la idea de liberar a Napoleón Bonaparte, quien se encontraba exiliado en Santa Elena.
Los solitarios islotes fueron descubiertos en 1506 por el navegante portugués Tristao da Cunha, quien, claro, legó su nombre al lugar, rodeado de acantilados de 600 metros de altura.
Quien se animó a visitarlos fue nada menos que el Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, en 1867, en el marco de una “vuelta al mundo”. En agradecimiento, el único asentamiento pasó a llamarse “Edimburgo de los Siete Mares”.
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