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Donald Trump pierde la Cámara Baja pero conserva el Senado
Miércoles, 7 de noviembre de 2018
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Los resultados le garantizan al Presidente que no será víctima de un "impeachment" después de que los demócratas abran en la Cámara de Representantes las investigaciones contra él, ya que para ello se precisa el apoyo de 67 de los 100 senadores.
El presidente Donald Trump perdió este martes el control de la Cámara de Representantes, pero logró evitar la arrasadora “ola azul” (el color del partido demócrata) que muchos pronosticaban porque el triunfo de la oposición no fue demoledor en Diputados y porque los republicanos no solo conservaron el Senado, sino que tienen chances de aumentar allí el número de bancas. Si bien puede sufrir complicaciones en el segundo tramo de su mandato, el jefe de la Casa Blanca logró superar con cierto alivio un test fundamental para su futuro electoral y para el controvertido modelo de país que propone.
Desde un comienzo, Trump dijo abiertamente que las elecciones de medio término –se eligieron 435 diputados, 35 senadores y 36 gobernadores—eran un referéndum sobre su gestión. Fue una jugada riesgosa porque la historia indica que el partido que gobierna casi siempre pierde las elecciones a los dos años y una o las dos cámaras del Congreso. Pero él se colocó la campaña al hombro y salió a apoyar a los candidatos republicanos en estados clave. Incluso tuvo que soportar ciertos tragos amargos cuando tuvo que elogiar al texano Ted Cruz, a quien había insultado duramente en las primarias del 2016. Pero ese aval resultó fundamental porque el ultraconservador ganó muy ajustadamente al ascendente demócrata Beto O´Rourke y así aseguró el control del Senado.
En medio de un clima de extrema polarización, Trump apostó a ser más Trump que nunca y no le fue tan mal como los demócratas anhelaban. Apeló a su discurso de siempre, alentando a sus bases en el interior del país con un discurso antiinmigrante y antiglobalizador, que agrada a los trabajadores blancos, cristianos y habitantes de ciudades pequeñas de la América Profunda y es repudiado por los sectores más progresistas, diversos y multiculturales de las grandes ciudades ubicadas en las costas del país. También sacó provecho de los buenos números de la economía, que marcan un crecimiento del 3% del PBI, un desempleo récord de 3,7%, consumo creciente y salarios que van por encima de la inflación. Eso seguramente pesó en millones de independientes o republicanos moderados que repudian el estilo presidencial, pero que están de acuerdo con la marcha de la economía y ven florecer sus bolsillos.
Es claro que los demócratas festejan hoy su triunfo que ya luchaban en las encuestas. Pero hasta último momento estaban aterrorizados de que sucediera lo mismo que en 2016 y tuvieran que guardar los fuegos artificiales por una sorpresa electoral. La oposición, que sigue sin tener un líder claro y que lucha para enfrentar a un fenómeno tan inédito como Trump, se benefició esta vez de una gran movilización, sobre todo de los jóvenes y las mujeres. Fue acertado también haber elegido como tema la reforma sanitaria –el presidente desmanteló el Obamacare por decreto y no logró que su reemplazo funcionara bien–, porque fue un asunto de enorme interés para los estadounidenses en estas elecciones, según los sondeos de boca de urna.
Otro gran triunfo de los demócratas es contribuir a un Congreso más diverso. Ingresarán un número récord de mujeres, jóvenes y hasta una legisladora musulmana en un paisaje que suele estar dominado por hombres blancos y de más de 55 años.
La Cámara baja ahora será un freno para Trump, porque hasta ahora tenía a favor todos los poderes porque la Corte Suprema también había pasado a ser conservadora durante su mandato. Al perder los republicanos el control de Diputados, Trump tendrá dificultades para aprobar determinadas leyes, como reformas impositivas, de salud o migración. Pero hay algo que podría complicarlo aún más: podrían activarse diversas investigaciones que lo involucran y que hasta ahora están dormidas, como las vinculadas al “Rusiagate”, el escándalo por la injerencia rusa en la campaña de 2016. Los resultados de estas pesquisas podrían sentar las bases para un “impeachment”, o juicio político, que puede ser iniciado con una mayoría simple en la cámara baja, aunque definitivamente no prosperaría porque la cámara juzgadora, el Senado, necesita dos tercios de los votos para destituir al presidente.
Pasadas estas elecciones, se abre la carrera para el 2020. Estos comicios se anunciaron como un referéndum a la gestión presidencial, el estilo del mandatario y al modelo de Estados Unidos que Trump propone. Se puede decir ahora que ese país antiinmigrante, proteccionista, de fronteras cerradas y conservador que dibuja el presidente aún goza de cierto consenso, pero necesita abrirse para poder albergar más estadounidenses en su seno. Para buscar la reelección, Trump debería tomar nota de la falta de diversidad que anida en sus filas. Falta mucho todavía para las presidenciales, pero los demócratas también deberán apuntar que necesitan más ideas y un candidato contundente para poder derrotar al controvertido magnate.
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