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Fuerte polémica de las víctimas de abusos con un obispo chileno
Martes, 15 de mayo de 2018
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Se trata de monseñor Juan Ignacio González, que está en Roma junto a otros 30 obispos chilenos que deberán dar explicaciones a Francisco y esperar los castigos.
Inesperadamente, la primera de las tres jornadas en las que el Papa se encuentra con 31 obispos chilenos a puertas cerradas en un salón anexo a la gran aula de las audiencias generales en el Vaticano, está dominada por una fuerte polémica que enfrenta a uno de los dos obispos que ofrecieron una reunión con la prensa en nombre de la conferencia episcopal, con las víctimas, que lo llaman “personaje siniestro” y mentiroso. Se trata de monseñor Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo.
González y el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Fernando Ramos, dijeron a la prensa como voceros de los episcopales presentes en Roma, que “hemos cometido errores, sentimos dolor y vergüenza”.
El obispo González, tras las frases de circunstancias de elogio al Papa y exaltación de la “humildad” con que lo episcopales acudían al encuentro en el Vaticano, se salió del libreto compungido e intentó una defensa personal. Dijo que había sido un férreo defensor del obispo Juan Barros, de Osorno, uno de los principales cómplices del abusador sexual padre Fernando Karadima, “porque él estaba muy solo. Lo hice como una obra de caridad”, aseguró.
“Lo central son las víctimas”, agregó González, que recordó que “me he entrevistado con muchas de ellas: conozco a las víctimas que recibió el Santo Padre, conozco a todas las víctimas de los Hermanos Maristas”.
Ábrete cielo. Apenas estas declaraciones llegaron a Chile se desató un vendaval de respuestas indignadas. En primer lugar del periodista Juan Carlos Cruz, del gastroenterólogo Jaime Hamilton y del doctor en Filosofía José Andrés Murillo, las tres famosas víctimas que el Papa invitó al Vaticano a estar con él y reunirse durante horas para que le contaran todo.
Juan Carlos Cruz mandó un mensaje en el que dice: “Curioso el obispo de San Bernardo. Dice que se entrevistó con nosotros. Pero yo no lo he visto en mi vida. La verdad según los obispos de Chile es bien distinta de la que vivimos todos”. Jaime Hamilton, por su parte, escribió en Internet que “nunca me he juntado ni he hablado con ese personaje siniestro, impactante por su capacidad de mentira”. A su vez el filoso Juan Andrés Murillo recordó que “hace un tiempo este obispo nos dijo públicamente que la cortáramos con que nos tenían que pedir perdón. Jamas lo he visto en persona”.
Con las horas se han agregado montañas de mensajes de protestas, de otras víctimas que aseguran no haber encontrado nunca al obispo González, considerado un cómplice de la línea de encubrimiento de los abusadores sexuales del cardenal Francisco Javier Errázuriz, que había sido colocado como arzobispo de Santiago por la influencia del ex nuncio apostólico en Chile y después Secretario de Estado de Juan Pablo II, Angelo Sodano.
Sodano fue el inspirador de la Iglesia chilena conservadora, opaca y cerrada en sí mismo que en dos décadas ha hundido el prestigio de la institución eclesiástica, haciendo descender, según alguna encuesta, del 72 al 44% el porcentaje de fieles católicos. La chilena es hoy la Iglesia más desprestigiada de la América Latina.
Una de las víctimas del escándalo de los abusos en la congregación de los Hermanos Maristas, que se arrastra desde hace años y que ha vuelto a estallar en estos días por la decisión de la justicia de procesar a otros abusadores sexuales, desde curas a guías de boy scouts, pasando por docentes y profesores de gimnasia, se llama Eneas Espinoza. Juró que jamás conoció al obispo González y señaló la necesidad de “seguir poniendo en evidencia a esta red de encubridores”.
El encuentro del Papa con los obispos no se limitará a las críticas, el reconocimiento de errores y los pedidos de perdón. No hay otro remedio, lo reconoció el mismo Francisco, que la purga es imprescindible para hacer reformas en profundidad y recuperar la confianza de los chilenos.
Ayer, hablando en San Juan de Letrán, la catedral del Papa como obispo de Roma, Jorge Bergoglio, afirmó que “una Iglesia sin pueblo es una Iglesia sin sistema inmunitario”.
El Papa sostiene que la Iglesia en Chile se cerró en sí misma y la línea de encubrir a los abusadores sexuales y abandonar a las víctimas, ha causado “heridas devastadoras”.
Francisco explicó que no hará declaraciones públicas ni antes ni después de los encuentros hasta el jueves con los obispos chilenos. Pero sin dudas está en marcha una gran purga para purificar a la institución enferma. Hasta once obispos serían sustituidos y es seguro que también irá al retiro el cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago. Ezzati ya ha pasado la edad límite de 75 años y formalmente tiene presentada la dimisión canónica. Su performance ha sido la de uno de los líderes de la línea de la Iglesia conservadora, siguiendo el liderazgo del cardenal Francisco Javier Errázuriz, para muchos el principal culpable del desastre.
Errázuriz, de 84 años, fue distinguido por el Papa como uno de los cardenales de los cinco continentes miembro del Grupo de los Nueve, que está ayudando al Papa en la reforma de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia. Probablemente será decapitado en junio, cuando se vencerán los plazos quinquenales de los miembros del G9.
En Santiago prepara las valijas el nuncio apostólico, embajador del Papa, monseñor Ivo Scapolo, otro de los que embrollaron al Papa junto con Errázuriz y Ezzati.
El papa Francisco saluda durante una audiencia con miembros de la diócesis de Roma en la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma (Italia), ayer, lunes. EFE El papa Francisco saluda durante una audiencia con miembros de la diócesis de Roma en la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma (Italia), ayer, lunes. EFE
En Santiago hubo ayer un nuevo sobresalto debido a la internación de urgencia del padre Fernando Karadima, que en agosto cumplirá 87 años. Al más famoso depredador sexual de la Iglesia en estos momentos le sangraba en forma abundante la nariz, pero fue tratado y devuelto al Hogar para Ancianos Desamparados, administrado por las monjas, donde vive su retiro de penitencia y silencio. El Vaticano lo condenó en 2010 a esta pena que le prohíbe dar misa o realizar cualquier actividad vinculada con su condición de sacerdote.
Karadima había sido juzgado por la justicia chilena que lo consideró culpable pero no pudo castigarlo porque habían prescripto los delitos que cometió con niños y adolescentes cuando era un santo en vida para las clases altas chilenas como líder de la parroquia del Bosque y tótem de una Pía Unión Sacerdotal que había fundado.
Entre los 31 obispos presentes ante el Papa está monseñor Juan Barros, el obispo de Osorno, cómplice de Karadima, que defiende su inocencia en la que creyó durante demasiado tiempo el mismo Papa, mal informado pero también poco curioso por averiguar la verdad y abrir sus brazos a las víctimas. Recién después de su visita de enero a Chile Francisco cambió de opinión e hizo una investigación a fondo entre cuyas consecuencias está el encuentro de tres días que convocó con los obispos trasandinos. Otros tres obispos que con Barros, inevitablemente liquidado, formaban parte del grupo de discípulos de Fernando Karadima también serán despedidos por el Papa.
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