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Francisco no tiene apuro para hablar con Trump
Lunes, 6 de febrero de 2017
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El Papa juega al ajedrez con el presidente de los Estados Unidos. Las claves encriptadas de su mensaje por el Super Bowl
Sólo dos líderes mundiales aún no cruzaron llamadas telefónicas con Donald Trump: el Papa Francisco y Xi Jinping, presidente de la República Popular China. Ambos tienen diferencias de fondo con el presidente de los Estados Unidos, y los dos explicitaron sus diferencias con muchísimo tacto diplomático: Xi, durante su presentación en el Foro Económico de Davos; Francisco, a través de un reportaje que concedió a la misma hora de la asunción de Trump. "No me gusta anticiparme a los acontecimientos. Veremos qué hace", dijo Francisco al diario El País de Madrid, cuando se le preguntó sobre la agenda política del flamante mandatario estadounidense.
La expectativa del Papa se marchitó en sólo diez días corridos. El 30 de enero, por primera vez en la historia del Vaticano, grabó un mensaje que se emitió durante la final del Superbowl. El spot de Francisco tiene ciertas claves que no pasarán desapercibidas en la Casa Blanca: detrás del Papa está la Virgen Desatanudos, la imagen religiosa que siempre utiliza para expresar su intención de luchar contra lo imposible. Y sus palabras, simples y coloquiales, cuestionan implícitamente a Trump y sus decisiones sobre los refugiados y el muro en la frontera mexicana: "Es posible construir una cultura del encuentro y un mundo de paz", aseguró Francisco a millones de televidentes que miraban la tradicional fiesta deportiva de los Estados Unidos.
El Papa hizo una apuesta para proteger a los refugiados, escribió una encíclica que se preocupa por el Cambio Climático, avaló las negociaciones para cerrar un tratado nuclear con Irán, se involucró en los acuerdos diplomáticos que firmó Barack Obama con Raúl Castro y cree en la Unión Europea como bloque político y económico.
Trump, durante estas semanas en el Salón Oval, exhibió una perspectiva exactamente al revés. Cerró la frontera a los refugiados, enfrió la relación con Cuba, busca implosionar a la Unión Europea, descree de las consecuencias del Cambio Climático, pretende levantar un muro contra México y ya ejecutó sanciones comerciales a Irán. El Vaticano tomó nota de esta hoja de ruta, y suma la avanzada de los sectores más conservadores de la Iglesia y de los evangelistas americanos, que iniciaron una ostensible cruzada contra las reformas que empuja Francisco desde Santa Marta.
El Papa juega al ajedrez con Trump, y despliega sus piezas por los flancos, consciente de su soledad ante el triunfo republicano, la próxima despedida de Francois Hollande y el desafío electoral de Ángela Merkel, su principal aliada europea. Francisco evalúa que la victoria de Trump no es un hecho aislado y está preocupado por la aparición de fenómenos políticos populistas que usan a la crisis económica y social para acceder al poder.
"Para mí, el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 alemán. Después de [Paul von] Hindenburg, la crisis del 30, Alemania destrozada, busca levantarse, busca su identidad, busca un líder, alguien que le devuelva la identidad y hay un muchachito que se llama Adolf Hitler y dice 'yo puedo, yo puedo'. Y toda Alemania vota a Hitler. Porque Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro. En momentos de crisis, no funciona el discernimiento y para mí es una referencia continua. Busquemos un salvador que nos devuelva la identidad y defendámonos con muros, con alambres, con lo que sea, de los otros pueblos que nos puedan quitar la identidad. Y eso es muy grave", planteó el Papa en su reportaje con El País.
En este sentido, Francisco extenderá al máximo el protocolo diplomático antes de establecer una comunicación telefónica con Trump, quien tampoco planteó esa conversación como una prioridad de su agenda internacional, salvo que las circunstancias o su peculiar manera de ejercer el poder indiquen lo contrario.
A Trump no se le escapa la influencia de Francisco en Estados Unidos, y trata de evitar un choque de opiniones con un líder mundial que no puede ser presentado como un enemigo perpetuo de la economía americana. Ese es el rol que Trump ha dejado para China, que coincide con el Vaticano sobre la posible evolución de la agenda global. Es más que paradójico que un país comunista y un estado católico junten fuerzas para balancear el poder del presidente de los Estados Unidos. Casi un milagro.
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