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La razón por la que el príncipe William siempre se agacha para hablar con su hijo
Miércoles, 2 de noviembre de 2016
El heredero al trono británico aparece en múltiples ocasiones hablando con el pequeño George en cuclillas como parte de un método de crianza. De qué se trata la escucha activa y cómo impacta en el desarrollo de un niño

Todos los movimientos de la familia real británica son monitoreados por la prensa hasta el hartazgo. Pero lo último que llamó la atención del público es que el príncipe William está en cuclillas en la mayoría de las fotos en las que aparece con su hijo George. Fue así en el bautismo de su hermana Charlotte, en la reunión donde conoció a Obama e incluso en un video viral donde la reina Isabel II le llama la atención a su nieto por no atenerse al protocolo durante un desfile de las Fuerzas Armadas: "Stand up William" (ponete de pie), le dijo molesta.

En todos los casos, el príncipe estaba haciendo lo mismo: poniéndose a la altura de su hijo, mirándolo a los ojos y tomándose el tiempo para responder sus preguntas sin importar el evento donde estaba. En resumen, estaba dirigiéndose a su hijo fuera de una posición superior. Todo forma parte de un método de crianza llamado "Escucha Activa", una manera respetuosa de comunicarse con los niños, que sólo quieren sentirse escuchados.

Este método no es nuevo. Sus inicios datan del año 1957 cuando los psicólogos estadounidenses Carl Rogers y Richard Farson acuñaron el término. Más adelante, Thomas Gordon escribió Técnicas Eficaces para Padres, un manual para aplicarla. Sin embargo, muchos especialistas lo ven como una manera de encarar la vida y las relaciones en general.

"Entre adultos esta comunicación parece más sencilla, pero al tratar con niños nos encontramos con la dificultad de que el pequeño no entiende el mundo de los mayores, cuyo principal medio de comunicación es el discurso hablado. Hasta aproximadamente los 12 años, se encuentra en un mundo sensorial y perceptivo diferente del nuestro", señaló al diario El País la psicóloga y terapeuta Isabel Fuster.

George, hijo del príncipe William en su primer encuentro con Obama
George, hijo del príncipe William en su primer encuentro con Obama
En el desarrollo de este método, la prueba más evidente de que el adulto escucha al niño es el contacto visual. Para ello, es imperioso colocarse a la altura de sus ojos y generar un vínculo más cercano que transmita calma y serenidad. Lo que los expertos destacan es el aspecto emocional de esta comunicación: escuchar es saber qué es lo que siente el niño, no sólo lo que dice.

Los expertos señalan que cuando los padres pretenden en vez de educar obtener una obediencia inmediata de sus hijos, no pueden analizar correctamente lo que en verdad les pasa a sus hijos o lo que motoriza tal o cual capricho. Al practicar la escucha activa, los padres tendrían otra oportunidad de acercamiento para comprender la razón por la que sus hijos quieren o no quieren hacer algo y que evidentemente no pueden expresar.

"Detrás de su mal comportamiento se esconde una emoción y un niño necesita que los padres puedan identificarla. Si un niño está rompiendo cosas, pegando o insultando, le está pasando algo: está buscando una solución a través de su acción. Si le amenazamos o castigamos antes de comprenderlo, quizá haga lo que queremos, pero de una manera manipulada con la que aprenderá a tener miedo en lugar de descubrir qué le ocurre y cómo solucionarlo. Un niño de 4 o ­5 años no comprende aún las leyes de la responsabilidad ni tiene un pensamiento reflexivo, por lo que volverá a repetir sus comportamientos", indicó la psicóloga Isabel Fuster.

El príncipe William y Kate Middleton con sus hijos Charlotte y George
El príncipe William y Kate Middleton con sus hijos Charlotte y George
Sin embargo, el método de escucha activa no atenta contra los límites ni apunta a criar un niño tirano y egocéntrico. Las reglas como lavarse los dientes o ir a dormir temprano pueden enfurecer a los niños que no quieren cumplirlas, pero la diferencia radica en el tratamiento de los padres de esa situación. Las amenazas sólo confunden y perturban al niño, en cambio, lo mejor es intentar comprenderlo con frases como 'sé que te cuesta, pero hay que hacerlo'".

El problema es que los padres no confundan la escucha activa con una permisividad absoluta. Isabel Fuster señaló: "El amor no es sinónimo de flaqueza, ni establecer límites es sinónimo de dureza. Hay que ponerlos, aunque a veces nos cueste. Cada casa debe tener unos valores y los padres deben hacerlos cumplir desde el amor. Evidentemente, el niño se enfadará ante las negativas o las obligaciones, pero es normal, tiene que frustrarse, si no tuviera frustraciones sería un tirano".

En este sentido, el adulto que aspiran a criar con este método el príncipe William y su esposa Kate, es uno que comprenda que así como es tratado deberán tratarse siempre todas las personas. Al contrario de una persona que se cría con amenazas -que puede llegar a naturalizar ese tipo de maltrato cuando crezca- los niños que crecen con un método de escucha activa tienen una "protección simbólica" contra el acoso. Protección que ante un maltrato le recordará que cuando era niño sus progenitores descendían hasta su nivel para marcar una igualdad.


     
 
 

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